Este 29 de noviembre se cumplen 40 años de la firma del Tratado de Paz y Amistad entre la Argentina y Chile que logró evitar una guerra fratricida en 1978 por el conflicto suscitado en torno al Canal de Beagle.
Para recordar tan significativo hecho la diplomacia vaticana, siguiendo instruccionespersonales del Papa Francisco, vino organizando desde hace meses un acto a celebrarse el lunes 25 en la sede pontificia al que se invitó a participar a nuestra cancillería y a la chilena.
Todo iba bien hasta que un cruce basado en miradas distintas sobre el conflicto de Gaza, el rol de la Organización de las Naciones Unidas, la Agenda 2030 y el rol del estado en la lucha contra la desigualdad, hizo que el Presidente Javier Milei decidiera quitarle jerarquía a la delegación argentina que irá a la Santa Sede como una forma poco diplomática de poner de manifiesto sus diferencias con el Presidente Gabril Boric.
Así fue como de manera caprichosa y unilateral el gobierno argentino apartó de la delegación a su flamante canciller y decidió enviar a una representación de segundo nivelpara sorpresa de los organizadores y del gobierno trasandino.
El verticalismo arbitrario que infunde a su gobierno el Presidente de la Nación no hace más que generar conflictos donde no debería haberlos a los que se suman papelones inadmisibles.
Enviar una misión diplomática depreciada es, ni más ni menos, que una forma pendenciera de bajarle el precio no sólo a los organizadores y a la diplomacia de la hermana República de Chile sino también a nuestra propia historia.
El Tratado de Paz y Amistad firmado durante el gobierno del Doctor Raúl Alfonsín, gracias a la mediación del Cardenal Samoré en representación del Papa Juan Pablo II, fue un logro inmenso para ambas naciones que despejó los nubarrones de la guerra entre naciones hermanas en el extremo sur de nuestro continente.
Este hecho aseguró la paz en la región y le permitió a nuestro país transitar 40 años de democracia sin acechanzas asegurando los lazos de hermandad con Chile.
Particularmente en Tierra del Fuego este hecho repercutió de una manera muy especial. Trajo alivio y distensión poniendo fin a una escalada prebélica que, más allá o más acá de los fanatismos, inquietaba a todos desde poco antes de 1978.
Que el Presidente Milei tome tan a la ligera este hecho y ligue su política exterior a ataques de ira significa abandonar el camino trazado por quienes han tenido una visión trascendente y abarcativa a la hora de delinear caminos de acción serios, no arbitrarios, confiables e integradores.
El desprecio que nuestro país está exhibiendo con este faltazo, además de ofender al Papa y a Chile, es un insulto a nuestra propia historia y a todos aquellos que trabajaron intensamente por garantizar la paz.
Como representante de la Provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur hago un llamamiento al gobierno nacional para que respete los esfuerzos positivos del pasado, haga diplomacia no antojadiza, sea previsible ante el mundo que nos mira con desconcierto y lleve en alto y en serio la banderas de nuestras soberanía.
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